Cuando escuchas la palabra pensar, seguramente estarás visualizando tu cerebro.  Y no se te ocurre cómo pensar con el estómago.   Pues bien, nuestro cerebro está conectado con nuestro sistema digestivo a través de los neurotransmisores que envían millones de mensajes a nuestro sistema nervios y a nuestros órganos para que realicen funciones, ya sea de proceso o de protección.

Muchas veces nos encargamos de alimentarnos sano, hacer ejercicios, usar productos orgánicos, hacer nuestras rutinas de cuidado personal;  y ahora te pregunto, ¿qué tanto cuidas tu microbiota intestinal?.

Por mucho tiempo estuve afectada por una alimentación alta en gluten, padeciendo de inflamaciones, dolores de cabeza (migrañas), alergias cutáneas.    Ya preocupada por estos episodios decidí realizarme exámenes médicos para buscar el problema de raíz.  Fue ahí cuando descubrí que mis vellosidades intestinales estaban disminuidas.  Afortunadamente mis resultados arrojaron negativo a celiaquía pero positivo a intolerancias.   Seguí mi tratamiento y descubrí que había algo más, mi flora intestinal.

Nuestro organismo posee millones de bacterias buenas que nos protegen de los antibióticos, colorantes, químicos, preservativos, todo aquello que la industria en volumen nos ha heredado.

En nuestro intestino, se encuentra la mayor concentración de Serotonina la cual es necesaria para la relajación, descanso, humor y bienestar general.    De ahí es que el cerebro se comunica con el intestino a través de esta y se crea una comunicación en dos direcciones donde el intestino envía señales intestinales y el cerebro envía reacciones intestinales.

Es por eso que cuando ves a esa persona amada, sientes como mariposas en el estómago; o cuando estás a punto de entrar en una prueba de conocimiento sientes deseos de evacuar.

Nuestros pensamientos, las vivencias pasadas y lo que esperamos en el futuro pueden influencias la comunicación y efecto entre el cerebro-aparato digestivo.   Por lo que es muy importante activar nuestra comunicación consciente entre lo que nos pasa y lo que realmente pasa.

Para activar esa consciencia puedes hacer el siguiente ejercicio: Durante toda la mañana pon atención plena de los sonidos que ocurren en tu cuerpo con especial enfoque en tu estómago.  Anota las sensaciones que sientes, los sonidos, los ruidos y observa detenidamente los movimientos.   Analiza, qué ocurre cuando te levantas y qué te pide tu cuerpo.  Luego de desayunar, pon atención nuevamente a los sonidos, a los ruidos.   Pon atención si recibes una noticia, ¿qué sonidos escuchas?; si te enojas, ¿qué ocurre?

Luego del ejercicio, observa tus hábitos y pregúntate qué de lo que hago hoy está afectando mi salud intestinal?.   ¿Qué hábitos alimenticios puedo transformar en herramientas para mantener mi microbiota al mi servicio interno y protegerme de los daños en mi flora intestinal?

¿A partir de hoy que puedo incluir en mi rutina diaria, para brindarle a mi salud herramientas de autoinmunidad?

Al pensar con el estómago enfocamos nuestra vida a vivir y potenciar nuestra salud pero sobre todo construir los pequeños peldaños para disfrutar de una vida en bienestar.